jueves, 31 de marzo de 2011

Perdimos el tren (IV)

Última entrega de la setmana de la història de Simon i Laura, la pròxima setmana el desenllaç. Mentre pots votar en l'enquesta qui et cau millor dels dos protagonistes.


1:18

Pero Simón, ¿qué coño te pasa?, tú la quieres ¿no?, y ¿por qué lo ves todo tan negativo? Bueno porque está saliendo todo mal, y es por su culpa, pero, ¿ese es motivo para comportarte así?

Ya no sé qué decirle, yo querría dormirme porque si me duermo al menos no tengo que decirle nada. Porque Laura quiere que todo sea especial, pero hay cosas que no son especiales, pasar una noche a 3 grados, tirados en la calle, no es especial, y si se lo haces ver, mal. Intento disimular mi enfado, pero estoy tan enfadado que no me sale, y sé que pongo mala cara, pero no me sale cambiarla.

Pero no podemos pasarnos las cinco horas que nos quedan callados, venga ¿Qué coño le digo? No, que frío no. ¿Cómo vas a hablarle del frío?. La verdad es que si no tengo nada de qué hablar con ella, ¿Para qué estoy con ella?, eso tampoco se lo puedo decir, piensa Simón, piensa...

-“¿Qué haremos mañana?”

-“Hoy, querrás decir ya”

-“Si eso, hoy”
No caí en que eran más de las doce, no caí en nada.

-“Cuando lleguemos a Augsburg, dejamos las maletas, descansamos un par de horas, y cogemos el tren hacia Munich, ya hablamos de eso ¿recuerdas?".


Y era cierto, ya lo habíamos hablado, y seguí hablando de cosas que ya habíamos hablado:

-“¿Has quedado con Martín?

-“No, no quedé con él”.

-“Pero iba a Munich este fin de semana también, ¿no?”.

-“Eres pelotudo vos, me dijiste, quiero pasar todo el tiempo contigo, y yo no quedé con Martín, y me apetecía verlo, de veras, pero no, no quedé con Martín, y eso también lo habíamos hablado”

-“Si, es verdad”
y volví a callar, porque si no hay nada de qué hablar no hay nada de qué hablar y porque para decir gilipolleces, más vale estar callado.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Perdimos el tren (III)

01:14

Y tal como fuimos volvimos, porque los hoteles de Karlsruhe, en un radio de tres kilómetros desde la estación estaban completos. Y empezó a llover, y Simón empezó a andar muy rápido, y yo me quedé atrás, pensando.

Lo que antes era mágico y especial, ahora no es nada. A mi había algunos gestos de Simón que me remataban, que me hacían estremecer, me gustaba como Simón movía las manos cuando hablaba, como se colocaba bien el pelo… boludeces, pero me gustaban. Y ahora que camina rápido, bajo la lluvia, helado, ya no le encuentro el atractivo, ni la gracia, porque con Simón yo al principio me repartía de risa, y ahora no sé si reír o llorar. No puedo hacer broma porque el tren lo perdimos por mi culpa, y porque andamos y andamos y no encontramos hotel, y no puedo hablarle seria, porque sé que se va a enfadar.

Es tan perfectito Simón, dice que no sabe alemán, y lo habla mejor que yo el español. El pelotudo, yo creo que en los hoteles, todos pensaban que era alemán, tan alto, con sus ojos azules. Yo no puedo negarlo que soy india, mi piel es de india, pero él es tan europeo, tan alemán, tan cabeza cuadrada.

-¿Qué hacemos ahora?, me dijo, y yo, que llevaba todo el rato que habíamos estado en silencio esperando esta pregunta, contesté rápida y firme.

-“¿Nunca pasaste una noche sin dormir?, ¿cuántas veces tuviste que estudiar toda la noche para aprobar un examen?, o llegaste a casa de fiesta a las tantas y a las 10 tenías que despertarte porque tus padres habían pensado que era el día adecuado para visitar a la repesada de tu tia que no soportás, ¿cuantas? .

-“Alguna, pero no después de llevar todo el día viajando”.

-“Si hubieramos llegado a Augsburg a la hora correcta, quizás hubieramos follado, pero luego tu te hubieras dormido a los diez minutos, y aunque en la misma cama, no hubieramos estado juntos”.

-“No te entiendo”


-“Si, no hubieramos hablado, no hubieramos andado dos horas en busca de un hotel, no nos hubieramos mojado”.

-“¿Y eso es malo?”


-“No me entiendes”

-“Ya”.

Y las únicas palabras que intercambiamos en la última hora fueron estas. Y es desesperante, intentas decirle, que si nada es malo es porque estás con él, y el lo ve todo mal, aunque esté contigo.

Es tan señorito que no soporta ir mojado, y sucio, y dan ganas de pisar fuerte sobre un charco y acabarle de mojar, y decirle espabila imbécil, porque como sigas así, no te voy a querer mas, porque voy a buscarme a un chico más feo, pero más loco, y que me entienda, un poquito aunque sea.

Y volvimos a la estación, al mismo banco de antes, al mismo sitio, que parecía reservado para nosotros, como si aquel fuera nuestro destino aquella noche. Eso sí, estábamos en el mismo sitio, pero más cansados, más mojados y con más frío.

martes, 29 de marzo de 2011

Perdimos el tren (II)

Perdimos el tren es una història que vaig escriure ja fa molt de temps i que havia oblidat fins que la vaig trobar l'altre dia perduda per l'ordinador. Li estic llavant un poc la cara i la pujaré al blog per entregues (un total de 7). Esta és la segon, així que si no ho has fet i vols entendre alguna cosa, llig primer l'entrada anterior.

22:54

-“Busquemos un hotel, acá no vamos a poder dormir, uno tendrá que cuidar de las maletas, si nos quedamos los dos dormidos nos las podrían robar, vayamos a un hotel, un hostal, un albergue, no podemos pasar la noche acá”

-“Vos decís eso; la del no tenemos plata” y Simón habló en argentino, y odio cuando habla en argentino, porque siempre que me imita es para reprocharme algo, nunca habla en argentino para decirme cosas bonitas, sólo para criticarme, y lo odio más que eso, porque le sale fatal, no se le pegó nada el acento. Y siguió hablando, aunque gracias a Dios, ya en gallego. “La que cuando le propuse este viaje, dijo que no tenía dinero, la que cuando dije que yo se le pagaría, se negó por orgullo, y trabajo más horas en el pub, este verano. La que pierde el tren por una salchicha quiere ir a un hotel, pues yo no quiero Laura”.

-“Pues si no querés no vamos, lo dije por vos, yo dormí en sitios mil veces peores que este, pero como vos sos un señorito, se que lo vas a pasar mal acá” Porque Simón es un señorito. Yo a Simón sé que lo quiero, pero no sé porque lo quiero. Si que sé porque empecé a quererle, porque está mejor que el dulce de leche, está muy bueno Simón, pero es un señorito, y a mí nunca me gustaron los señoritos. Simón nunca sale de casa, si no tiene cada pelo en su sitio, o la camisa que lleva no lleva cada arruga en su sitio, porque viste ropa moderna, cara, de la que te tenés que poner arrugada conscientemente, y sólo le queda bien a los tipos como Simón, altos, delgados, y les queda mejor a los que son como Simón, muy guapos. Y Simón lleva una barba de cuatro pelos, que le hace parecer intelectual, pero se pasa horas frente al espejo retocándosela.

-“Yo voy a dormir, tu vigilarás las maletas, el tren lo perdimos por tu culpa, es lo justo, ¿no crees?"

-¡Un tren!, ¡un puto tren!, mañana a las 6 de la mañana hay otro tren, y a las 8 otro. Los trenes no se pierden, se pierde el tiempo que pasás lamentándote haberlos perdido.

-“¿Eres filósofa ahora?. Y eso si me jodió, porque sé que antes, jamás me hubiera contestado así, antes me hubiera dado la razón, porque además la tengo, y porque esa frase era genial. Y antes, le hubiera encantado que me durmiera, apoyada en él, y mientras me dormía hubiera enredado mis largos cabellos, en su dedo, y los hubiera vuelto a desenredar, y así hubiera pasado el tiempo, porque sé que le encantaba. Ahora él quería dormir. Y yo me siento egoísta, porque a lo mejor no le quiero tanto. A mí nunca me ha gustado verle dormir, porque por muy guapo que sea, ver dormir a alguien es aburrido, sea quien sea, y si eso es que no le quiero, pues no le quiero, porque a mi verle dormir me aburre profundamente.

-“Si vamos a un hotel, ¿lo pagas tu?" Y cuando me preguntó esto, vi que seguramente Simón no era para mí, porque cada vez encontraba menos motivos para quererlo, porque cada vez se parecía más a su padre. Porque los padres de Simón tienen plata, y la gente que tiene plata es porque piensa en la plata. Si tu te olvidás de la plata y te dedicas a vivir, lo pasas reconchudo, pero en la vida tenés plata. Y mis padres me enseñaron a vivir, no a acumular plata. Y Simón al principio, vivía, disfrutaba, y era medio loco, pero creo que le contagié yo, que hacía todo eso sólo por gustarme, y ya se cansó. Y pensé en dejarlo allí con su maleta, e irme, pero las opciones que tenía, eran los bancos de la fila de atrás, o el frío de la noche de Karslruhe, y allí me quedé. En los segundos que tardé en contestar busqué la frase más irónica, más subida de tono, algo que le molestara, algo que le hiciera darse cuenta de que la había cagado, que eso no era lo que esperaba de él, finalmente dije:


-“Si, yo pago, andate”

lunes, 28 de marzo de 2011

Perdimos el tren (I)

21:08

-“Ya sabía que estabas loca, lo sé desde el primer día, pero hoy me he dado cuenta de que aparte eres imbécil”. Y yo sabía que no era imbécil, no se me pasó por la cabeza por un momento que lo fuera, pero se lo dije porque estaba muy enfadado. “ Porque hay que ser imbécil. Porque teníamos ocho minutos, porque en ocho minutos da tiempo de sobra para mear, para cambiar de vía, para subir al tren. Pero no, a Laura le apetecía una salchicha, y eso es lo primero”.

-“Perdimos un tren, no la vida, no te entiendo”

-“No entiendes nada, tu nunca entiendes nada”
.

Nuestro tren llegaba a Karlsruhe a las 20:59, y a las 21:07 partía el regional a Munich, donde teníamos otros catorce minutos, para coger el tren con destino a Augsburg. Allí teníamos reservada una habitación en un Ibis para pasar la noche descansando. A la mañana siguiente temprano, otro tren hacia Munich para disfrutar del Oktoberfest; pero a Laura le apetecía una salchicha. Y vimos marcharse a nuestro tren a lo lejos, que aún da más rabia. Lo perdimos por nada, por escasos segundos, y me enfadé mucho. Y fuimos a preguntar a información, y después de hacerme entender con mi pobre alemán, sólo nos dieron malas noticias, porque no había combinación posible para llegar a Augsburg a dormir. El primer tren hacía Augsburg salía a las 6 de la mañana. Nos sentamos en silencio frente a nuestras maletas, viendo a la gente ir y venir, y subir a trenes, y a mi la gente que subía a sus trenes, me daba rabia.

-“¿Sabés? Si que entiendo una cosa, que si querías una vida organizada, hay millones de chicas con las que podés estar, pero si me querías a mi, ya sabés como soy.

-“Pero perdimos el tren por una salchicha Laura, y vamos a dormir en este banco incómodo o ni siquiera vamos a dormir, ¿no es normal que me enfade?.

-“Antes no te hubieras enfadado, antes nunca te enfadabas, antes te hubiera dado un ataque de risa, largo y contagioso, o hubieras buscado unos cartones para taparnos durante la noche, o simplemente te hubieras resignado, porque antes nunca te enfadabas”

-“Antes no me hacías enfadar, pero es que hoy la has cagado” Y me arrepentí de decirle esto. Porque Laura siempre hacía estas cosas, y yo antes no me enfadaba, porque todo era nuevo, y todo me divertía, pero ahora las cosas no son iguales. Y yo sé que la quiero, que no la quiero perder, y por eso planeé este viaje, para volver al lugar donde nos conocimos, para no pensar, para pasar nuevas vivencias juntos, y lo que antes hubiera sido, una nueva aventura, una noche ideal, sin nada más que hacer que estar con ella, hoy es una putada. Y a Laura le dolió, porque sabía que no era cierto, porque sabía que no era ella la que había cambiado, y se quedó callada, seria, comiendo su salchicha. Y yo pensé, durante minutos, que decir, como disculparme, y sólo se me ocurrió decirle:
-“¿Me das un mordisco?” Y entonces Laura puso su sonrisa pícara, esa, en la que enseña sólo un par de dientes. Y se apartó los largos cabellos, de su cara, detrás de sus hombros y me miró con esos ojos, que hoy hace un año y dos días que me vienen matando, esa mirada que dice tantas cosas sin soltar palabra, y dirigió sus labios hacía mi cuello. Y yo sabía de sobra que me había entendido, que sabía que yo preguntaba por la salchicha, pero Laura es loca, y me divierte y la quiero. Y sé que ella esperaba que la frenara, que le preguntara por la salchicha, sé que la hubiera divertido, sé que lo hizo con esa intención, pero no lo hice, porque me apetecía que me diera un mordisco.

domingo, 6 de marzo de 2011

No està tot perdut

Encara queden festes populars, festes on no es paga entrada, on pots portar la teua beguda, on els cubates costen 3 euros, on hi ha música en directe.

Encara queden orquestres que fan concerts de rock, que canten en valencià, que tenen consciència, que toquen el cant dels maulets, que fan país.

Encara queda gent per als que "com si estiguereu a la vostra casa" no és sols una frase feta i et fan sentir efectivament com en ta casa.

Encara queden també xulles de corder, embotit, cebes i creïlles tot fet a la brasa, coca de pinyons, formatge i fuet.

Encara queden "niños de San Ildefonso", amb pantalonet curtet i fret a les canelles, que no donen cap premi i sempre diuen que "al Niño més", dècims que sempre acaben en 69, paiasos moderns i M&m's.

Encara queden gates maules que sense salvar l'esperit, l'alegren.

Encara queden ganes de festa, de gitar-se a les 8 del matí, de passar-ho bé, envoltats de gent més jove, i amb menys trellat.

Quan pareix que està tot perdut, encara ens queda Pego, esperem que per molts anys.