martes, 5 de octubre de 2010

El año que fuimos reyes



Dicen que todo lo bueno se acaba, es un tópico, tampoco todo lo malo dura para siempre, pero ahora se acabó algo bueno, muy bueno.

Dresden es un poco como la novia perfecta, tiene el Alstadt, esa parte bonita, formal, con mucha historia, ideal para enseñar a la familia y tiene esa parte loca, apasionada, que te pone mucho y que disfrutas por las noches, en su Neustadt, en nuestra Neustadt

Dresden era mi ciudad, mi pueblo, mi casa. Dresden es muy grande, puedes pasar largos ratos en bus sin salir de la ciudad y sin embargo es como un pueblo; me encantaba encontrarme a gente conocida en el tranvía, en el netto, en Neustadt, en cualquier parte porque me demostraba que yo formaba parte, que no era un extraño, era más bien el rey, el rey de Dresden. Todos lo eramos, cada uno a su manera.

No hay rey sin reino y mi reino eran mis amigos, personajes locos, singulares, que se dormían en lugares inauditos, tenían las peores resacas, eran nombrados Herrs, con sonrisas enormes, con los ojos cerrados, con habitaciones que olían mal, pero que estaban siempre dispuestos a bailar como palermas, a cerrar bares, a tomar la penúltima, a estar ahí...

No había una reina, pero si montones de princesas, capaces de seducir a muchos siervos, de ingerir cantidades de alcohol inimaginables, de subir conmigo al tejado del castillo, pequeñas pero enormes, princesas del amor con exóticos peinados, jovencitas que me hacían sonreir siempre, princesas capaces de movilizar lo inmovilizable, que te daban abrazos cuando los necesitabas, pibones, tetonas, princesas polacas, princesas muy especiales, princesas muy divertidas, mis princesas...

Y gente que ocupaba mis dominios antes que yo, que había pateado mil veces las calles que nosotros pateariamos, que sabía todos los secretos, que hablaba el alemán de forma comprensible, que nos ayudó primero y que después fueron indispensables.

Si hay que elegir un palo, está claro que fuimos reyes de copas, bebimos mucho, pasamos grandes noches que sabías como empezaban pero nunca como iban a terminar. Bailamos en sotanos, en naves, en edificios ruinosos, en antiguas fábricas, en pubs de acabados, en casa okupas, en los peores antros...pero como molaba.

Yo no fui un mal rey, hice el pantalón-tobillo siempre que me lo pedían, salía siempre que podía aunque tuviera que trabajar al día siguiente, me apuntaba a muchos planes o los proponía, conocí a mucha gente, y dejé allí grande amigos...pero todo se acaba.

Siempre quedarán los recuerdos, los videos, las fotos, este blog, y supongo y espero que las quedadas donde todos los reyes de Dresden recordaremos nuestro reinado. Porque este año fuimos reyes.

2 comentarios:

AURORA dijo...

Gran relat per a plasmar el que significa un any intens d'erasmus, de leonardo, d'erasmus pràctiques...m'agrada!

¡Un beset!

Nando dijo...

Ara eixa ciutat ès un poc teua per sempre