miércoles, 30 de marzo de 2011

Perdimos el tren (III)

01:14

Y tal como fuimos volvimos, porque los hoteles de Karlsruhe, en un radio de tres kilómetros desde la estación estaban completos. Y empezó a llover, y Simón empezó a andar muy rápido, y yo me quedé atrás, pensando.

Lo que antes era mágico y especial, ahora no es nada. A mi había algunos gestos de Simón que me remataban, que me hacían estremecer, me gustaba como Simón movía las manos cuando hablaba, como se colocaba bien el pelo… boludeces, pero me gustaban. Y ahora que camina rápido, bajo la lluvia, helado, ya no le encuentro el atractivo, ni la gracia, porque con Simón yo al principio me repartía de risa, y ahora no sé si reír o llorar. No puedo hacer broma porque el tren lo perdimos por mi culpa, y porque andamos y andamos y no encontramos hotel, y no puedo hablarle seria, porque sé que se va a enfadar.

Es tan perfectito Simón, dice que no sabe alemán, y lo habla mejor que yo el español. El pelotudo, yo creo que en los hoteles, todos pensaban que era alemán, tan alto, con sus ojos azules. Yo no puedo negarlo que soy india, mi piel es de india, pero él es tan europeo, tan alemán, tan cabeza cuadrada.

-¿Qué hacemos ahora?, me dijo, y yo, que llevaba todo el rato que habíamos estado en silencio esperando esta pregunta, contesté rápida y firme.

-“¿Nunca pasaste una noche sin dormir?, ¿cuántas veces tuviste que estudiar toda la noche para aprobar un examen?, o llegaste a casa de fiesta a las tantas y a las 10 tenías que despertarte porque tus padres habían pensado que era el día adecuado para visitar a la repesada de tu tia que no soportás, ¿cuantas? .

-“Alguna, pero no después de llevar todo el día viajando”.

-“Si hubieramos llegado a Augsburg a la hora correcta, quizás hubieramos follado, pero luego tu te hubieras dormido a los diez minutos, y aunque en la misma cama, no hubieramos estado juntos”.

-“No te entiendo”


-“Si, no hubieramos hablado, no hubieramos andado dos horas en busca de un hotel, no nos hubieramos mojado”.

-“¿Y eso es malo?”


-“No me entiendes”

-“Ya”.

Y las únicas palabras que intercambiamos en la última hora fueron estas. Y es desesperante, intentas decirle, que si nada es malo es porque estás con él, y el lo ve todo mal, aunque esté contigo.

Es tan señorito que no soporta ir mojado, y sucio, y dan ganas de pisar fuerte sobre un charco y acabarle de mojar, y decirle espabila imbécil, porque como sigas así, no te voy a querer mas, porque voy a buscarme a un chico más feo, pero más loco, y que me entienda, un poquito aunque sea.

Y volvimos a la estación, al mismo banco de antes, al mismo sitio, que parecía reservado para nosotros, como si aquel fuera nuestro destino aquella noche. Eso sí, estábamos en el mismo sitio, pero más cansados, más mojados y con más frío.

1 comentario:

Julián Mora Lucas dijo...

Està magnífic, Saül! Si tens que seguir escrivint així, preferisc que no troves treball...

Espere les següents entregues. 1 abraçada!